Crecí, como todos, supongo, con el paradigma de cómo quería ser de grande. Quería ser sexy. En mi película, un día iba a crecer y mi melena rizada y negra se alisaría y tal vez amanecería rubia, y mediría alrededor de 1.75 y tendría por todos lados (o bueno, no todos, solo en los sitios que la estética indicaba), curvas peligrosas y todos los hombres suspirarían al verme pasar.
Luego, cuando la estética cambió, deseaba lo mismo pero en versión ultra delgada; y soñaba con ser aquella rubia ojiverde a la que todos volteaban a ver.
Sí, sí, adivina: no mido 1.75, no tengo ese busto de modelo de ropa interior, mi pelo rizado sigue siendo rizado (salvo cuando paso horas, pero ho-ras con la plancha de iones), mis ojos negros siguen negros, y así la vida. Cuando la adolescencia estaba por abandonarme para irse a generar arrebatos a casa de mi prima menor, me di cuenta, llena de frustración, que no era esa chica sexy que tanto soñaba.
Sin embargo hace unas cuantas noches, y con la seguridad que me han proporcionado los años – es decir, ya estoy en esa etapa de mi vida en la que no me importa no ser esa rubia espectacular – se me apareció por facetime un galán justo en el momento en el que yo había tirado al cesto de basura mi toallita desmaquillante, tenía una coleta de caballo que me hacía parecer palmera, una pijama holgada rosa de Tinkerbell (¡ay!, no me juzguen, todas tenemos una) y en vez de medias de red negra, un par de calcetas de lana con corazoncitos morados. En serio… ¿por qué, por qué los hombres son tan inoportunos?
Pues total que así, con ese estilazo me animé a prender la camarita y a saludar al susodicho con estos ojitos que más que parecer los de Olivia Wilde, parecían los de la rana René. Pero claro, una tiene sus armas y al poco tiempo ya casi olvidaba el detalle de que parecía homeless perdida en Disney cuando le dije, “perdón por las fachas, ya sé que esto es lo más anti sexy, pero como no avisas…”. Y el interfecto, haciendo gala de sus dones me respondió: “a ver, tú eres sexy hasta con un overol y cubierta de grasa”.
No hice más ruido al respecto y cuando cortamos la comunicación corrí al espejo: “¿en serio soy sexy?”, me preguntaba. A ver, no es que sea modesta en exceso, ni que no sepa que como a todas, la vida me ha favorecido con ciertas cosas, pero de eso a ser sexy…
Me dormí bien abrazadita de mi piropo y al día siguiente, cuando pasé por mi mejor amigo, para ir al trabajo, le pregunté si yo le parecía sexy.
“Sí, claro”, me dijo (hombresss). “¿Sí, claro? ¿Es todo lo que tienes para decir?”.
Y entonces este, macho alfa al fin, despegó dos segundos la mirada del celular y me dijo: “Pues sí, ¿qué más quieres que te diga?”.
Y entonces, aprovechando la ventana de oportunidad me le fui como gorda en tobogán contándole que yo creía que no porque no era el prototipo de estrella del baile pop, y que mi metro y medio y que bla bla bla.. Y entonces éste, que paciente no es, me dijo:
“Es increíble que a estas alturas de la vida no lo sepas. Ser sexy no depende del estereotipo de modelo de lencería. Depende de otra cosa, es actitud tal vez, es una mezcla de actitud, con seguridad, con un look adecuado y con reflejar el estilo de vida saludable que llevas; no es cuestión de curvas, es cuestión de sonrisa, de cómo caminas decidida y de cómo te atreves a mostrarte en tu lado más natural. Te parecerá tonto, pero si no sueles ser la reina de las fodongas, de vez en cuando a los hombres nos encanta verte 100% natural y hasta con un toque infantil”.
NOTA AL PIE: Recordar las frases “DE VEZ EN CUANDO” (no se trata de no hacerse el manicure jamás) y “TOQUE INFANTIL” (tampoco hay que andar de voceras de Hello Kitty).
Mi amigo volvió a lo suyo, mi galán por supuesto también (de hecho, él no supo todo el lío que se armó en mi sexy y revoltosa melena con su frase), y yo descubrí, tantos años después, que el prototipo de sexy en mi cabeza estaba equivocado. Mido metro y medio, vivo despeinada y sí, para algunos, soy sexy. Y soy sexy para el que me gusta. Si eso no es tener suerte, no sé que pueda serlo.
Felices pasos
Te adoroooo Anavi… Eres una inspiración!
No sabes como me entristece que mi COSMOPOLITAN haya dejado de llegar a mi país (Venezuela), y lo que más extraño es leer la editorial que escribes en cada edición y tu columna TACONES CERCANOS, la sensación es perfecta al tener la revista en mis manos (tengo mas de 100 ejemplares guardados como un tesoro). Hace poco estuve en Colombia y en Chile y las compre apenas las vi… quede en shock al ver que son tienen directoras editoriales diferentes, casi me pongo a llorar… no sabes cuanto extraño leerte.
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🙊🙊🙊me encanta! Me encanta, me encanta, me encanta!!! Me devuelves la vida a cada lectura 😘😘😘
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