El amor más puro del mundo

Resulta que hoy es Día mundial del perro adoptado, dato del que me enteré mientras libraba, como todas mis mañanas, la más feliz de las batallas, con el entusiasmo y felicidad que a mi Gretta, mi perrita adoptada le da despertar.

El solo hecho de verme, la obliga aún medio dormida a mover la cola, incorporarse, darme la pata, lamerme la cara y recordarme, desde el sitio más puro del mundo, que tenemos la fortuna de estar vivas y estar juntas.

Pensaba después que, ¿qué puedo escribir sobre el amor entre un perro y su dueño, que no esté escrito ya?, ¿cómo puedo dar una descripción que esté a la altura de lo que esa bolita de pelo que fue rescatada de un antirrábico horas antes de ser sacrificada me da cada instante de su vida?

Estoy segura que todas las personas que como yo, tienen una relación cercana con sus mascotas, tienen la misma sensación: ¿qué palabra hay que englobe todo el agradecimiento que le podemos tener a un animalito?

Mi Gretta es especial porque es mía, supongo; porque soy el centro de su universo y el solo hecho de estar a mi lado la hace feliz; porque desde hace cuatro años no hay día que no me demuestre lo maravillosa que es la vida a mi lado. Porque a ella no le importa si estoy de buenas, si no duermo pensando en el futuro, si sufro porque no respeté la dieta, si estoy peleada con mi novio, o si mis vecinos me odian por la música que oigo. Para Gretta soy lo mejor de este mundo y la gran lección que me da cada momento es jamás desperdiciar la oportunidad de dar amor.

Gretta me adoptó gracias a una chica llamada Claudia que reconoció en esa perrita además un carácter único (no es solo porque sea mía: es simpática y sociable a morir); y decidió hacer un estudio exhaustivo antes de darla en adopción. Mi amigo Gabriel me acompañó a la primera cita donde la dueña interina de Gretta me conocería. Y no pasaron ni cinco minutos cuando la perrita -que es más cola que cuerpo- empezó a mover el trasero, se trepó por mi pierna para que la cargara y decidió hacerme el enorme favor de adoptarme ella a mí.

Tengo además la fortuna de que Gretta es un buen animal que, incluso, no hace lo que otros perritos: no rompe cosas, rara vez ladra, no pide comida todo el tiempo, no ensucia dónde no debe. Lo único que hace a cada momento y con cada persona que se le atraviesa, es celebrar el hecho de estar aquí y ahora.

Ignoro si eso de que las buenas personas son las que aman a los animales sea del todo cierto (cuentan que Hitler tenía devoción por sus perros…); por el contrario, alguna vez he visto gente de carácter y actitudes agrias y horrorosas caer derretidos ante la inocencia de los animalitos.

Lo que sí sé es que todas aquellas personas que conviven con animales acaban encontrando una mejor versión de sí mismos; se sensibilizan, se dan cuenta que las verdaderas cosas de la vida son gratis, y agradecen conocer esa versión tan párvula del amor, esa relación que nos tendrá siempre en enamoramiento, ese amor donde nunca nos alcanzará el velo de la rutina.

No suelo andar de vocera de ciertas causas pero aprovecho la ocasión para decirles que si tienen la oportunidad de adoptar un perrito, o cualquier otro animalito, se hagan el favor de su vida y lo adopten. Y de verdad, trabajen cada día para estar a la altura del amor que sus mascotas les dan. No imagino una manera más fácil y auténtica de ser mejores personas.

Gracias, mi Gretta, por enseñarme que el amor más puro del mundo sí existe, y tiene cola.

Felices patas 🐾n

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