No, no eres pendeja

  • Al final fue mi culpa, por pendeja, por creer las mentiras de un tipo que no tenía la menor intención de algo serio conmigo.
  • También yo, por pendeja, ¿quién me manda a decirle mis sentimientos? Lo espanté y se echó a correr.
  • Pues me lo merezco por pendeja y por confiada, de haber sido más celosa, no me hubiera engañado sin que yo me diera cuenta.
  • Es que yo, pendeja, le di todas las libertades, jamás le puse límites ni le cuestioné nada, así que decidió irse por el libre albedrío.
  • Y yo por pendeja, que no le dije mis sentimientos en su momento y creí que dejando fluir las cosas algo iba a cambiar.
  • Eso me pasa por pendeja, por andar buscando, si ya sabemos que el que busca encuentra. Dicho y hecho…
  • Sí era un partidazo de tipo, pero no me puse pilas y por pendeja, pues se me fue.

 

¿Te suenan estas frases?, ¿me sigo?, ¿viste lo que tienen en común?

¡Exacto! No sé si es cultural, generacional, no sé si venga de tiempos de Adán y Eva pero por definición siempre, siempre la culpa de que algo salga mal en materia de relaciones es nuestra. Por celosas, por confiadas, por sumisas, por liberales, por calladas, por gritonas, por mustias, por zorras, por ser tan seguras o tan inseguras, por no estar a su altura, por opacarlos.

¿De verdad es siempre nuestra culpa?, ¿por qué cuando algo pasa somos las primeras en asumir las responsabilidades de que la vida se desmorone?,  ¿por qué tiene que ser nuestra culpa «cuidarlos» de más o de menos?

Lo pensaba mientras una amiga me contaba que se sentó frente al sofá del terapeuta de pareja y no hizo más que llorar asumiendo la culpa de que su matrimonio y su vida estaban en el abismo porque al final ella se sentía responsable de «no haberse dado cuenta a tiempo que algo andaba mal»; y lo reafirmé esa misma noche cuando, tomando gin tonics con una amiga se flagelaba por haber sido tan tonta que no puso a tiempo límites en su incipiente relación.

Pues no, no digo que seamos perfectas, y que estemos libres de caer en el margen de error, no digo que cometamos tropezones y aprendamos de ellos; pero llevo toda una vida creyendo la más grande mentira que me contaron: que soy pendeja por no tener las métricas de mis sentimientos en tiempo y forma.

Hazte un favor, y la próxima vez que pienses, tú también, que algo es culpa tuya, mírate en el espejo y repite hasta el cansancio que no, no eres pendeja, solo estabas enamorada, y de eso, no puede culparse a nadie.

FELICES PASOS

 

Un comentario sobre “No, no eres pendeja

  1. Fue un contacto virtual de semana y media, diez días de ilusiones crecientes, de deseos y anhelos, de sonrisa tibia al despertar.
    Un hallazgo atípico, pensé. Ella destaca por encima de lo común. Y, sorprendentemente, responde a mis mensajes.
    Más de una semana enamorándome de esa mezcla de mujer y sensibilidad cálida, singular e inteligente. Esos ojos, esa sonrisa, ese pelo… Dios, esa excitante inteligencia!
    Diez días y una cena, frente a ella, yo pequeño, ella grande desenvuelta, yo enamorado, ella sonríe, yo me desmorono como un castillo de arena bajo la caricia de una ola.
    Ya no sonrie, parece urgida por algo, y yo lloro por dentro; mi cobardía transpira y ella lo huele. Le regalo una flor sin mirarla a los ojos. Me desprecio, me culpo por miserable, por cobarde. Ella no está interesada en mí desde… qué más da! Me enamoré de un icono con destellos de coheficiente superior. Maldita cena que lo rompió todo en pedazos! Maldita cena, no. Maldito tú, pendejo!

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